La máquina que hace Ping! Col. Ojos de plato. Castellón, 2020. Ilustración de cubierta: Juan Alberto Hernández. 128 páginas.
Los relatos de Cristian Romero son potentes, evocadores, terriblemente macabros en ocasiones, muy bien escritos. Tienen un perfume de realismo mágico (un poco podrido, como una de esas frutas tropicales que al cabo de dos días en el frutero empiezan a oler fuerte y a ponerse blandas), pero no son realismo mágico. Son relatos fantásticos de la parte oscura, inquietantes, hiperbólicos, que buscan golpearnos en el punto más débil, sin desdeñar tampoco usar el asco o la revulsión si al autor le parece necesario. Cuando los leía, me venían a la mente nombres como Mariana Enríquez, Alfredo Álamo, Santiago Eximeno o Pilar Pedraza. (Elia Barceló).
«Romero escribe como gesto de resistencia, utiliza la narración de género y recurre a todo su potencial para cuestionar la realidad» (Diario El tiempo – Colombia).
«Lleno de atmósferas y ambientes ambiguos y siniestros. Realidades que invaden los ámbitos de la vida familiar y personal» (Elkin Restrepo).
Unos relatos inquietantes que reflejan los terrores familiares, los pesos heredados, Los celos fraternales, la carga del machismo, los miedos a la crianza y a la soledad (Cristian Arenós Rebolledo).