Alethé. Madrid, 2018. Título original; Central Station. Traducción: Alexander Páez. 307 páginas.
Una diáspora mundial ha dejado un cuarto de millón de personas a los pies de una estación espacial. Las culturas chocan en la vida real y en la virtual. La vida apenas tiene valor, y la información tiene incluso menos.
ucho ha cambiado cuando Boris Chong vuelve de Marte a Tel Aviv. La examante de Boris está criando a un extraño y familiar niño que puede meterse en el torrente de información con el simple roce de un dedo. Su prima está enamoradísima de un robotnik: un soldado ciborg destrozado que necesita mendigar piezas de repuesto. Su padre tiene una enfermedad terminal, una plaga mental multigeneracional. Y una atormentada vampira informática ha seguido a Boris a un lugar al que tiene prohibido volver.
lzándose sobre todos ellos está la Estación Central, el núcleo interplanetario en medio de todo: la Tel Aviv con sus constantes cambios; una potente arena virtual y las colonias espaciales donde la humanidad se ha marcado para escapar de los estragos de la pobreza y la guerra. Todo está conectado por los Otros, poderosas entidades alienígenas que, a través de la Conversación (un torrente inestable de conciencia) suponen el inicio de un cambio irreversible.
En la Estación Central, los humanos y las máquinas siguen adaptándose, prosperando e incluso… evolucionando.