Alfaguara. Madrid, 2011. 231 páginas.
Dicen que hace unos cien años llegó a Carnwell una chica prometida en matrimonio; dicen que cayó en el engaño de un falso enamorado para ser luego burdamente despreciada; y dicen también que sus lágrimas trajeron hasta ella a su pretendiente, que vengó la afrenta matando al traidor antes de despedirse de su amada. Dicen que desde entonces el Bebedor de Lágrimas, que vaga aún como alma en pena arrastrando su espada por entre los olmos, vengará a cualquier chica engañada en el campus. Eso dicen... aunque a sus dieciocho años Adela no cree en fantasmas, ni en leyendas de nobles húngaros y maldiciones eternas.
Recién llegada a la universidad de Carnwell desde la vieja Nueva Augusta, donde sobrevivir al aburrimiento es ya un pequeño milagro, desea por encima de todo coger las riendas de su vida. Lo que nadie sabe (no lo sabe ella ni tampoco el jefe de policía Augustus C. Warden) es que el acero de doble filo está a punto de caer sobre una nueva víctima, que la muerte se cierne como una pesadilla sobre el campus, y que trae consigo el eco de una maldición extraña: «Tus besos son solo tuyos, pero tus lágrimas me pertenecen».
No es posible detener en este mundo real a un fantasma...
sin derramar una sola lágrima.
¿Acaso puede romperse un corazón que ha dejado de latir?
Una nada convencional mezcla entre novela policíaca e historia de espíritus errantes, con amores traicionados, venganzas de leyenda y personajes cargados de deseos, frustraciones e inseguridades.
Dos planos de realidad cruzan sus caminos en Carnwell. Por un lado, el más real, en el que el día a día de un grupo de jóvenes universitarios —centrados en disfrutar de sus nuevas libertades (lo que en algunos casos incluye sexo y drogas) y deseosos de buscarse un futuro propio— se enreda con el misterio de una serie de asesinatos cuya resolución cae bajo la tutela de un veterano agente de policía de métodos bastante originales. Por otro, el que se envuelve en leyendas y cuentos de miedo: los que hablan de palomas negras y de fantasmas capaces de cercenar cabezas espada en mano.
De fondo: el encuentro del amor y la muerte. El primero recorre la novela desde diferentesperspectivas: el perdido, el traicionado, el que despunta... pero también como una abstracción deseable y tras la que se corre en ocasiones de manera imprudente, aun a costa de rendir demasiado; la segunda, amenaza a todo aquel que ose entender el amor como un juego.