Edición digital (ePub). 2016. 636 páginas.
Cinco señales anunciaron la destrucción del mundo, cinco calamidades que cubrieron la faz de Ridia de enfermedad, de oscuridad, de muerte. Y entonces llegó la última señal, la última advertencia, el último castigo: el Heraldo, a quien se conoce como el Destructor, pues fue él quien provocó el Ocaso y hundió Ahdiel en el Abismo.
Los dioses nos han juzgado, y hemos sido condenados.
Devastado por el odio y la pena, Angarad de Teilhil se ve obligado a reprimir sus ansias de venganza y someterse a una alianza forzada con el Imperio de Monmor, mientras ve cómo el país que heredó de su primo se desmenuza entre sus dedos. Tres de los reinos del continente están ya bajo la sombra del joven emperador, y otro se ahoga en la sangre del fanatismo berenita. El niño-dios monmorense cree haberse asegurado la sumisión de Novana al barrer del tablero de Ridia a los señores de Laurvat; con lo que no cuenta es con los nuevos jugadores que se incorporan a la partida desde las arenas del Imperio, desde los fiordos congelados e incluso desde la Otra Orilla. Sin saber que solo son peones en un juego, los habitantes de Ridia lucharán, y morirán, conforme se acerca el final de la partida: el Segundo Ocaso.
Cuando el Destino decide jugar, es él quien impone las reglas;
cuando quien juega es el Azar… no hay ninguna.